¿POR QUÉ TIENE SENTIDO VOTAR?
Gabriel Baltazar
Votar, por si no fuera poco, es mucho más complicado de lo que parece. En análisis económico del derecho, te enseñan cómo estudiar un caso a través de un “árbol de probabilidades”: distintas ramas (que se ramifican a su vez) se les asigna un valor y la posibilidad de que ocurran. De entre todas ellas, se elige la mejor opción para el cliente.
En el caso del voto la primer disyuntiva es la de ir a votar o no, una vez que decides ir a votar, debes elegir si votarás por un candidato o anularás tu voto; si decides votar debes escoger, a uno de los –en el caso de la elección presidencial-cuatro candidatos. Para determinar el valor de cada decisión es indispensable tener en cuenta los incentivos que nos pueden llevar a tomar o no cierta decisión.
En este artículo me propongo mostrarles los incentivos que tenemos para ir a votar. Dentro de la serie de argumentos me voy a referir solamente al económico, al jurídico y al ético.
Antes de comenzar con el argumento económico me gustaría contarles la historia de Daniel:
Daniel gana 15,000 al mes. De esa cantidad recibe sólo 10,000; los otros cinco mil son prestaciones que la empresa le da. Una de ellas es acceso a un gimnasio. Daniel está indeciso sobre ir o no al gimnasio, por un lado sabe que es bueno para su salud y que mejorará su calidad de vida; pero al mismo tiempo le genera un costo de oportunidad, el tiempo que pasaría en el gimnasio lo podría aprovechar para ver la televisión, leer o un sin fin de alternativas. Al final de cuentas Daniel se decide a ir al gimnasio por un simple motivo, ya gastó 5,000 en el gimnasio. Tal vez no sería su elección, pero los beneficios de ir al gimnasio son gratuitos, mientras que los costos de hacer algo más existen.
El IFE funciona con presupuesto federal. Los partidos políticos también se encuentran financiados con dicho presupuesto, el cual proviene de la recaudación fiscal y de otros ingresos del Estado mexicano como la venta de petróleo; esto quiere decir que un porcentaje del presupuesto federal se encuentra asignado a todo un aparato diseñado para votar. Los recursos para estas elecciones ya se asignaron y muchos ya se emplearon, ese dinero, hablando en términos bastante coloquiales provino de todos nosotros, de nuestros ingresos y de la venta de los recursos naturales del país. Es como el dinero que la empresa usa para pagar el gimnasio de Daniel.
Tal vez nosotros hubiéramos gastado el presupuesto en otros rubros, tal vez no financiaríamos al IFE, ni mucho menos a los partidos políticos; tal vez el domingo 1 de julio nos gustaría ver un partido de fútbol en casa, en vez de formarnos para votar. Sin embargo el hecho es que el dinero, nuestro dinero, fue asignado y se está gastando; el voto es un servicio que nosotros pagamos y desaprovecharlo es irracional.
En Brasil pasa algo muy curioso. Al igual que en México, votar es un derecho y, al mismo tiempo, una obligación, solamente que en Brasil si no cumples con esta obligación, como explica Mauricio Duarte del Tribunal Electoral de Río de Janeiro, eres penalizado con una serie de restricciones a los derechos civiles, por ejemplo no puedes obtener documentos como identificación fiscal, cédula de identidad o pasaporte; no puedes participar en concursos públicos y tienes dificultad para inscribirte en universidades. Un poco extremo. ¿Acaso esto repercute en el grado de abstencionismo? Parece que no, según un artículo del Nuevo Herald, en las elecciones brasileñas de 2010 sólo votaron 29 de los 136 millones de electores; es decir, 2l.5% del electorado.
Entonces penalizar el incumplimiento de la obligación del voto, con el objetivo de incentivarlo, no es eficiente. Para que los ciudadanos asistan a las urnas deben, como dicen los teóricos del derecho, “internalizar la norma”; es decir, asumir que ir a votar es lo correcto. ¿Cómo hacerlo? Por un lado la calidad del voto y la democracia misma, como más adelante afirmo, debe mejorar; pero por otro lado es momento de que asumamos que cumplir con los normas nos genera un beneficio social, que somos una sociedad legalista, en la que todos, Estado y sociedad cumplimos con nuestras obligaciones constitucionales.
El derecho a votar y ser votado, el sufragio universal, se logró con el sacrificio de muchas mujeres y hombres; quienes vieron en él una posibilidad real de cambio. La revolución mexicana empezó con la consigna de “Sufrago efectivo y no reelección”.
Actualmente la figura del voto se encuentra muy desprestigiada, se minimiza su papel en la vida política de las sociedades a tal grado que hay quienes afirman que no sirve para nada. Me parece irresponsable afirmar algo así, simplemente los invitó a voltear a Túnez, Egipto y, más recientemente, a Siria. Creo que hay muchos sectores de la sociedad con los que el Estado mexicano se encuentra en deuda: han sido sistemáticamente marginados, sus demandas deben ser escuchadas y se debe garantizar el cumplimiento de todos y cada uno de sus derechos fundamentales. Entiendo la decepción y la frustración de estos sectores, pero creo que no es un problema del sufragio en sí mismo, sino de la calidad del sufragio en nuestro país.
Debemos mejorar la calidad del voto, debemos ser mejores electores: informarnos, comparar y deliberar. Debemos una ciudadanía más activa, que denuncia, que exige el cumplimiento de las promesas de campaña, que pide que sus funcionarios rindan cuentas, que les exige la renuncia. Es cierto que tenemos un sistema electoral imperfecto, es cierto que algunos de nuestros políticos y candidatos, por decir lo menos, son mediocres; pero es nuestra obligación, de carácter ético, ir a las urnas, ejercer un voto de calidad y ser mejores ciudadanos, aunque sea por la memoria de aquellos que dieron su vida para que nosotros pudiéramos votar.
Sobre la célebre frase de De Jovellanos “Los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, me atrevo a decir que es falsa; no creo que los sirios se merezcan un gobierno genocida y terrorista; lo que sí es cierto, es que la ciudadanía debe actuar responsablemente. Cuando se puede actuar -en este caso votar- y se elige el abstencionismo y la apatía, estamos siendo irresponsables.
Gabriel:
Me encanto’ tu arti’culo. Presentas un argumento muy va’lido y de una manera muy clara y accesible. Me acabo de hacer la reflexio’n de cua’nto dinero se va a gastar en que personas como yo, que residen fuera de la Repe’blica Mexicana, puedan votar.
Yo definitivamente voy a ir al consulado a votar. Como bien dices quiza los candidatos y sus plataformas no nos resulten del todo atractivos, Sin embargo, no voy a dejar pasar la oportunidad de ejercer mis derechos y cumplir con mis obligacioneds ciudadanas.
Felicidades a los jo’venes de Generacio’n X la Democracia por su labor.
Gabriela Finn
Muchas gracias por la felicitación Gabriela, definitivamente tienes ejercer tu voto, me parece que en estas elecciones no será posible votar a través del consulado, el siguiente es un link el la página voto en el extranjero: http://www.votoextranjero.mx/ que informa los trámites necesarios para ejercer este derecho fuera del territorio nacional. Respecto a tu duda sobre el costo del voto en el extranjero, para el proceso del 2012 costará 3 mil, 58 pesos por voto; el costo total fue de 207 millones de pesos y se registraron 61 mil 687 votantes, conforme a la información proporcionada por El Nuevo Gráfico. ¡Saludos!
Excelente artículo Gabriel, me da gusto que existan mexicanos críticos como tú. Hay que seguir apoyando la causa y si se cambia la mentalidad de almenos un grupo pequeño se hará la diferencia. Poco a poco mejoraremos el futuro. Saludos
Gracias Everardo, tengo la misma esperanza que tú, creo que en la medida en la que abandonemos la inútil discusión ideológica y transitemos al diálogo construiremos una verdadera ciudadanías. Un saludo