Gabriel Baltazar Pedraza

En 2009 yo anulé mi voto, motivado en parte por los argumentos que ofrecían Denise Dresser, José Antonio Crespo, Sergio Aguayo y otros intelectuales de primera línea, reunidos en Propuesta Cívica y en el movimiento Esperanza Marchita. Cuando preparaba este artículo, volví a leer el magnífico Discurso de Denise Dresser del Movimiento Nacional por el Voto Nulo, no pude más que admirar la contundencia de sus argumentos y la vigencia de las críticas que hace en contra del sistema político-electoral mexicano, y en concreto en contra de la clase política.

El sistema político “no ha sido suficiente para asegurar la representación ciudadana ni la gobernabilidad democrática de mejor calidad”, afirma Dresser; aunque existe una rotación de élites, no existen mecanismos efectivos para la rendición de cuentas; la clase política se muestra corrupta e impune.  Partiendo de esta realidad, el movimiento por el voto nulo surge como “una coalición ciudadana con el objetivo de impulsar reformas que los partidos no emprenderían de otra manera o por sí mismos.”

¿Qué reformas proponía el movimiento por el voto nulo?

1)   La reelección, como “una forma de castigar o premiar a sus representantes.”

2)   Las candidaturas independientes, como instrumento de participación ciudadana.

3)   Plebiscito, referéndum y revocación de mandato, como “figuras de participación directa”.

4)   Reducir sustancialmente el financiamiento público a los partidos.

En las elecciones presidenciales de 2006 hubo 904,604 (2.17%) votos nulos, mientras que la diferencia entre Calderón Hinojosa y López Obrador fue de apenas 243,934 (.56%). En 2009 un millón 867 mil (5.4%) personas anularon su voto, como yo. El Informador afirma que en las ciudades el número de votos nulos fue mucho más alto; Zapopán, por ejemplo alcanzó casi 10% de voto nulo.

 Es fácil apreciar el incremento en el número de votos nulos, en 2009 hubieron más votos nulos, que votos por el PANAL o PSDC; los partidos entendieron el mensaje, llego el “acicate”, las reformas políticas se llevaron a la mesa; sin embargo no fue suficiente para presionar a la clase política a realizarlas todas; recientemente la Cámara de diputados aprobó una reforma parcial que contiene las candidaturas independientes, consulta popular, iniciativa popular e iniciativa preferente; pero dejó de lado las candidaturas independientes, la reelección y la revocación de mandato. Pero no hay que desestimar estos logros obtenidos, en buena parte, gracias al Movimiento Nacional por el Voto Nulo.

 ¿Qué daría un candidato por ese 2.17% de 2006 y un partido por ese 5.4% de 2009? Es tiempo de ponerlos a prueba, las últimas encuestas sobre preferencias electorales muestran que los indecisos ocupan el segundo lugar por encima de Vázquez Mota y López Obrador –ya sea que ubiquen a uno o al otro en tercer lugar.–  De estos indecisos habrá quien no vote, quien vote por algún candidato y quien anule su voto; los políticos y sus partidos ansían esos votos. En esto radica el poder de los electores, eso nos da poder de negociación, poder de exigir; pero nos obliga a estar informados de las propuestas y a usar  nuestro criterio sobre la viabilidad de dichas propuestas para tomar una decisión.

¿Qué ha cambiado desde 2009? La sociedad civil sigue mal organizada, pero se ha fortalecido –involuntariamente si se quiere– a través del enorme flujo de información, generado principalmente en las redes sociales. Mismas que ya existían hace tres años, pero ahora con un número muy superior de usuarios y un mayor grado de interacción entre ciudadanía y políticos.

 Ahora existe una Arena Electoral, en dónde se recopilan, contrastan y evalúan las propuestas de los candidatos; existe un ADNpolitico, que ha dotado a este proceso electoral de un periodismo objetivo, innovador y útil; y como éstos muchos más. Estamos rompiendo con el monopolio de información, al menos quienes tenemos acceso a estos medios, cuando votemos, lo haremos mejor informados que nunca. Tal vez esto no elimine el problema de la falta de representatividad, pero sin duda, lo disminuye considerablemente.

 Entonces, anular tu voto es ejercer un derecho y es democrático, de eso no hay duda;  en 2009, logró –al menos parcialmente– su cometido, puso a temblar a la clase política, los puso a discutir y a reflexionar; simplemente para las elecciones de 2012 es menos útil, en parte porque en tres años las condiciones han cambiado y en parte, porque el voto nulo castiga al momento de sufragar pero es pasivo hasta que vuelve a haber elecciones.

 El 1 de Julio, yo voy a votar y espero que ustedes también lo hagan. Les voy a decir por qué: porque ahora quienes vamos a votar estamos informados, ya preguntamos y ya nos prometieron; ya conocemos estas promesas, ya las evaluamos y ahora lo que queda es exigir que se cumplan.  Los que somos indecisos vamos a votar pero vamos a vender nuestros votos –en un sentido figurado– lo más caro posible. Nosotros demandamos a los candidatos y partidos que firmen cartas por la democracia, vamos a exigirles que nos digan el qué y el cómo de lo que proponen y que nos garanticen que lo van a cumplir.

 Nosotros apostamos por un modelo de rendición de cuentas, basado en la cultura de responsabilidad política, en el que los ciudadanos no paren de exigir hasta que se cumpla lo prometido; tal vez parezca un esfuerzo vano, pero no hay nada que millones de voces en Twitter y Facebook no puedan hacer. No sólo conozco las propuestas del candidato por el que voto, conozco las de los otros, por eso gane quien gane, le exijo, eso nos beneficia a todos.

 Cuando nos organizamos para anular nuestro voto los pusimos a temblar, ahora imagínense lo que pasará cuando nos organicemos para exigirles que cumplan.